Se hacen sólo cinco intervenciones anuales, aunque debería haber unos 1200 candidatos
Nora Bär
LA NACION
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Sin embargo, en alrededor de 1200 casos anuales, la verdadera causante de estos síntomas es la hipertensión pulmonar tromboembólica crónica, una afección causada por coágulos que obstruyen la circulación sanguínea en las arterias pulmonares.
Para tratar este grave cuadro, que aparece generalmente como consecuencia de un tromboembolismo pulmonar agudo, existe una cirugía que ofrece muy buenos resultados, pero que en la actualidad está subutilizada: "Esta es una enfermedad que ocurre en una de cada mil personas -explica el doctor Roberto Favaloro, que acaba de participar del Primer Congreso de Tromboendarterectomía Pulmonar y su Futuro, como se llama esta técnica, realizado en el Robinson College, de Cambridge-. Las causas son múltiples [cirugía, trombosis venosa profunda (en un miembro inferior), inmovilidad, embarazo, obesidad o cáncer, entre otras] y, a veces, no pueden identificarse. Pero lo cierto es que en nuestra población uno debería esperar que alrededor de 1200 casos progresen anualmente al tromboembolismo pulmonar. Sin embargo, nunca hicimos más de cinco o seis cirugías. Y la mitad vinieron con diagnóstico de hipertensión pulmonar para trasplante pulmonar. En Italia, con una población similar a la nuestra, hacen 70 cirugías por año".
Favaloro fue uno de los 27 cirujanos convocados a la reunión en Cambridge para pasar revista a la experiencia mundial en el tema, ya que hay sólo 35 centros que practican esta cirugía, de los cuales sólo tres se encuentran en América Central y latina: uno, en México; otro, en Brasil, y la Fundación Favaloro, en la Argentina.
Entre los 41 pacientes operados en los últimos 18 años en el país, está Carlos Alderete, ex gerente bancario salteño, al que en 1992, cuando tenía apenas 44 años, le habían dado no más de cinco de vida.
"Mi vida era monstruosa -dice, en una comunicación telefónica desde San Lorenzo, localidad distante 10 km de la capital salteña-, no podía caminar ni diez metros, porque me agitaba. Fumaba mucho, pero ése no era el problema, porque como había tenido pleuritis cuando era un adolescente, tenía un control pulmonar muy minucioso desde entonces. Un día tomé la máquina de cortar pasto y me desmayé. Entonces me pidieron una serie de estudios y vieron que tenía sólo un 10% de la capacidad pulmonar."
Lo que en realidad deterioraba a tal punto la calidad de vida de Alderete era un síndrome fosfolipídico que le generaba microcoágulos, muchos de los cuales se depositaban en sus arterias pulmonares.
"Normalmente, cuando se produce un tromboembolismo pulmonar agudo, los coágulos se reabsorben -afirma Favaloro-, salvo en un 3% de los casos. Meses o años después de quedar obstruidas las ramas vasculares que llevan sangre al pulmón, puede presentarse la hipertensión pulmonar tromboembólica."
La cirugía, que dura entre cinco y seis horas, permite precisamente liberar el flujo sanguíneo. "Se hace descender la temperatura del paciente a 17 o 18 grados, y hay que hacer dos o tres «paradas» circulatorias por períodos de 20 minutos -detalla Favaloro-. Se ingresa por el esternón y luego se procede a abrir las arterias pulmonares para desobstruirlas."
Para hacer un pronóstico de sus resultados, agrega, lo que importa es su "clase funcional: si la persona ya no camina, el riesgo es alto, se pueden rescatar dos de cada tres. Si camina, el riesgo es mucho menor, de un 4%. En centros de Francia, Inglaterra, Austria, Alemania, Italia, los Estados Unidos y la República Checa, que son los que más experiencia tienen y donde se operan más de 50 casos por año, el riesgo de mortalidad es del 1 por ciento".
Dos décadas después de haber pasado por la sala de cirugía, Alderete está contento de haberlo intentado: "Una vez por año me hacen un control. Pero duermo perfecto, camino perfecto, como perfecto", asegura.
Eduardo Yaful, que hoy tiene 82 años, fue intervenido en 2009. Con una historia de paros cardíacos desde 1964, muchas veces le dieron apenas un mes de vida. "Tenía el corazón muy agrandado y los cardiólogos me decían que era todo un problema -cuenta, con voz llena de energía, desde General Pico, La Pampa-. Hasta que llegó un momento en que no podía andar más, me internaron y me pusieron en una carpa de oxígeno."
Favaloro no sólo le hizo una tromboendarterectomía pulmonar, sino también dos bypass en la misma intervención. "Después de la operación, cuando recuperé la conciencia, el doctor me dijo: «Le sacamos diez años de encima, ahora tiene 70»", cuenta. Ahora, Yaful camina 35 cuadras por día, hace gimnasia y anda en bicicleta. "Trato de hacer una vida ordenada, pero me siento muy bien", agrega.
Según explica el cirujano, para descartar que la falta de aire se produzca por razones diferentes de la hipertensión pulmonar tromboembólica, se utiliza el centellograma por ventilación perfusión. "Se inyecta un radioisótopo y se ve como perfunde el pulmón -subraya-: si lo hace de forma pareja, quiere decir que no hay defectos. Entonces, se inhala un material radiactivo y se controla. Estos pacientes tienen bien la ventilación, pero en la perfusión hay huecos, hay áreas a las que la sangre no llega porque hay arterias tapadas. Después, se hace es una angiografía pulmonar y se ve si la enfermedad es accesible o no."
Entre las contraindicaciones que desaconsejan la intervención está el cáncer, o que la enfermedad esté tan avanzada que el paciente no la tolere. "Sin embargo, hasta operamos a un paciente con enfisema y asma", concluye Favaloro.
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