Fuente: baires-salud.com
Significa que ante una misma patología en el mismo estado de avance, todos los argentinos, no importa dónde vivan ni qué cobertura posean, tienen que tener la misma respuesta en calidad y oportunidad. Por ejemplo, hoy en el país el porcentaje de partos institucionales llega al 98 por ciento. No tenemos los problemas que puedan tener Bolivia o Paraguay donde no llegan al 90 por ciento. Sin embargo, tenemos la tasa de mortalidad materna estancada, no podemos reducirla, y llega a ser más alta que en seis o siete países de América Latina. Quien tiene cobertura de las obras sociales o medicina prepaga tiene cubierto el Programa Materno Infantil, lo que significa que las prestaciones médicas y los medicamentos de la gestación y del puerperio no tienen copago. Quien tiene solamente acceso al sector público, tiene el Plan Nacer, un subsidio que da el gobierno nacional a las provincias para cubrir a las embarazadas y los recién nacidos, y tienen acceso al los medicamentos gratis en los centros de salud, a través del Programa Remediar. Sin embargo, ninguna de estas respuestas controla que se hagan los controles gestacionales ni que tomen los medicamentos preventivos, que son imprescindibles.
¿Qué plantea para revertir esto?
Básicamente, tomar algunas enfermedades, y algunas situaciones como el embarazo, y armar un protocolo qué establezca cómo se deben tratar estas enfermedades y que haya alguien que sea responsable de que esto se lleva a cabo en todos los sectores. Así, cada argentino, independientemente de dónde se encuentre, tiene que tener la misma respuesta ante la misma situación de enfermedad. Entonces, en lugar de pensar la reforma a través de la financiación o la organización, como se hizo en otras décadas, yo la estoy pensando por la atención.
¿Cuál es el objetivo de una reforma de este tipo?
El primer objetivo es la calidad homogénea y reducir las inequidades. Una vez que esto se logra, se llama garantías explícitas, porque el Estado garantiza explícitamente que frente a determinada enfermedad la respuesta es homogénea en calidad y oportuna. No es lo mismo decir que alguien está cubierto a que se verifique realmente que se hagan los controles que den la atención que corresponde. Una de las formas es pasiva y la otra, activa.
¿Por qué no se implementó aún esto que usted plantea?
Porque tiene un obstáculo, importantísimo, que es político. Es fácil para el Estado pedírselo a las obras sociales y las prepagas, pero sería como tirar la piedra y esconder la mano, porque no se lo garantiza desde los servicios públicos. Creo que lo que corresponde es que esto se discuta en el ámbito del COFESA. De hecho, yo lo propuse en el Consejo, hace cinco años, pero los ministros me respondieron que no querían que la gente se sintiera con derecho a exigirles nada, que ellos daban lo que podían y como podían. Además, debe haber voluntad política y apoyo técnico y financiero por parte del Estado nacional a las provincias.
¿Qué responsabilidad le cabe al Ministerio de Salud en todo esto?
Argentina estuvo alguna vez a la vanguardia de la salud pública, pero la verdad es que ya hemos perdido mucho tiempo. Cada cual atiende su juego, y mientras el barco se hunde. Tiene que haber un cambio de mentalidad y de dirección, de conducción. Hay que consolidar un Ministerio de Salud fuerte, que hoy no lo tenemos, pero no por culpa del actual ministro, ni de los anteriores, sino que el sistema de salud está totalmente diseccionado: el ministro de salud no maneja el PAMI, ni la Superintendencia, ni la APE, ni los hospitales. Es decir, no hay una autoridad sanitaria fuerte.
Otro de los puntos que usted propone para la reforma es el de construir redes de atención ¿Qué significa esto?
En la actualidad nosotros contamos, tanto en las obras sociales como en el sector público, prepagas con aparatos prestadores, pero que no funcionan en red. Hay que verlo como una orquesta, donde hay una partitura, un director y diferentes instrumentos. Si todos tocaran un solo instrumento, la capacidad de crear sería muy limitada. En salud pasa igual: si todos hacen lo mismo, no hay más salud, sino un amontonamiento de servicios que entorpecen y encarecen las prestaciones. Quiero decir que no puede haber hospitales que hagan atención primaria, o centros de atención primaria que atiendan emergencias, o un hospital frente a otro. Cada uno debe actuar de determinada manera ante determinada enfermedad. Esto es sanitarismo básico, algo que se dejó hacer hace 40 años en Argentina.
Cada uno de estos elementos del sistema de salud no funciona como un nodo en la red que usted plantea ¿es así?
Claro, los hospitales hacen lo que quieren y los centros de salud lo que pueden. No existen como nodos, sino que son todos contra todos. Se necesita un modelo de referencia y contrarreferencia que le indique al paciente qué es lo que debe hacer y dónde debe atenderse, qué establezca dónde empieza y dónde termina la atención, y donde lo más importante es la puerta de entrada al sistema: un modelo con responsabilidad nominada. Tiene que haber un servicio de salud, del primer nivel de atención, que tenga la población a cargo. Esto significa no solo un padrón, sino implica conocer la historia clínica del paciente, acompañarlo, estar al tanto de los controles y controlar que se cumplan, que tome la medicación correspondiente.
Entonces ¿qué es lo principal en este punto?
A nivel de la información, es muy fácil implementar esto que planteo. Falta la voluntad política de decir que al sistema de salud se entra por un solo lugar. Yo sostengo que hemos hecho un fetiche de la libre elección, en todos los ámbitos, pero lo que más me interesa es la libre elección a la hora de elegir el prestador. No es mejor que yo pueda tomar 20 decisiones. Es mejor que yo tenga a alguien que sea responsable por mi salud, y alguien que controle que este responsable haga lo correcto. Por supuesto, si no me funciona se cambia. Garantizar la salud no es que yo pueda contar con múltiples consultas médicas. Esto no es un mercado, es simplemente hacer lo que la ciencia médica establece que se haga para cada caso. Pero para esto es necesaria la responsabilidad nominada, es decir, los servicios deben ser evaluados para saber si se cumple con los controles adecuados.
Esto está en estrecha vinculación con otro punto que usted plantea en su libro y que es la realización de un mapa sanitario del país. ¿Podría desarrollar este punto?
Esto significa que debemos mapear a la población, mapear la distribución de las enfermedades y la oferta de servicios médicos. Es decir, se trata de vincular oferta, demanda y necesidad para saber dónde están las carencias: dónde faltan médicos y dónde sobran, dónde faltan hospitales y dónde sobran, dónde faltan resonadores magnéticos, etc, es decir, sincerar las desigualdades. Una vez hecho esto, con un criterio poblacional y epidemiológico, se establecen las prioridades para la inversión pública. Un ejemplo terrible de esto es lo que sucede en la ciudad de Buenos Aires, donde hay 83 camas hospitalarias públicas por cada centro de atención primaria, todo lo contrario a lo que es la ecología de la atención médica: hay más camas de internación que centros de atención primaria.
Ahora, esta redistribución racional de las prestaciones que usted propone ¿no choca con los intereses económicos del mercado?
Es cuestión de regulación. Una vez establecido el mapa de las necesidades habrá que regular las inversiones públicas y privadas, establecer prioridades. No podemos fomentar más camas de hospitales en la ciudad de Buenos Aires ni instalar tecnología donde no hace falta. Hay que establecer la oferta en función de la necesidad, sino la oferta genera su propia demanda y eso no genera más salud. El aparato médico está funcionando porque tiene que generar facturación. Hoy el sistema de salud está constituido como un mecanismo de mercado para competir, y hay que frenarlo, porque si no siempre vamos a necesitar más y más plata para no tener una mejor calidad en la atención. Son irracionalidades que hay que depurar y enfrentar con voluntad política.
¿Y cuál sería uno de los principales obstáculos políticos?
Un ejemplo. Hoy nos encontramos con que todos los intendentes, más o menos prósperos, quieren tener su hospital, y esto es irracional porque hay lugares donde no debe haber un hospital. Y para lograr esto tengo que volver a una de mis primeras premisas, donde digo que se necesita una autoridad sanitaria fuerte. Hoy los intendentes no reconocen la autoridad del ministro. Si quieren hacer un hospital, así sea innecesario, lo hacen.
Usted también plantea armar un seguro federal de enfermedades catastróficas. ¿Cómo se integra esto a su propuesta?
Hay que verlo desde el mismo enfoque de las líneas de cuidado que planteaba al principio. Hacer lo mismo con las enfermedades más caras pero de mayor incidencia. Se considera catastrófica a aquellas enfermedades que generan un ingreso superior al 30% de los ingresos del hogar. En la mayoría de los casos, estas enfermedades llevan a la ruina económica a quiénes las padecen. En la Argentina, el 6% de los hogares padecen enfermedades catastróficas. Por supuesto, hay muchos más que las padecen, pero tienen un buen nivel de ingresos que hace que sus economías domésticas no se desequilibren.
¿Cuál es concretamente su propuesta?
Sacarlas del PMO –Plan Médico Obligatorio-, que las obras sociales y prepagas no tengan que cubrirlas. Para eso el seguro único, para todos los argentinos, que en función del protocolo de atención, y acreditando quién es el prestador que puede brindar esa atención, garantice que todos los argentinos que tengan la desgracia de sufrir la misma patología, tenga exactamente la misma respuesta con la misma fuente de financiamiento.
¿Por qué hace usted una discriminación entre las enfermedades?
Para las otras enfermedades propongo un sistema con un determinado protocolo. Para estas, propongo que solo alguien defina quién presta la atención y a quién se contrata, porque hay que juntar el pool de riesgo. Es decir, una obra social chica, bien administrada y organizada, con cuatro casos de leucemia se funde. Ahora, las leucemias, divididas entre todos los argentinos, tienen un costo tratamiento mensual de 10 centavos. Esta es la teoría del seguro. Cuanto más poco probable y más caro sea el incidente, más sentido tiene un seguro general. En este caso, el pool de riesgo tiene sentido.
¿Y en cuanto a la provisión de medicamentos?
Este es otro de los temas importante, por la economía de escala, sobre todo por los medicamentos biotecnológicos, que son muy caros, y por la acreditación del prestador. No sirve que haya cinco centros de oncología en el mismo barrio; en todo caso, debe haber uno, controlado, que responda eficientemente. Esto es para acabar con la peregrinación del paciente. Tiene que haber un centro de orientación al paciente y al profesional, para que lo ayude a llegar al diagnóstico correcto y que le asegure un tratamiento adecuado, donde este seguro diga dónde se debe realizar el tratamiento, y con cobertura integral y gratuita para el paciente. De esta manera, les sacamos el PMO a las obras sociales y las prepagas y le aliviamos las cargas más pesadas. En todo caso, les puedo pedir que aporten una cápita.
¿Esta experiencia se hizo en algún lado?
En Uruguay –que no es Suecia- se hizo, y se llama Fondo Nacional de Recursos. Ellos piden una cápita de 2 dólares, pero les sacan oncología, ACV, infartos y todas las patologías raras como transplantes, diálisis, etc. Y nadie le preguntó a nadie, simplemente lo hicieron.
¿Acá cómo resultaría implementar esta experiencia?
En Argentina, el problema es que hay mucha gente que se enriquece con esto, algunos legalmente, y otros, como la mafia de los medicamentos, ilegalmente. Todas estas definiciones tienen sus aristas políticas y requieren de una fuerza de voluntad muy grande para llevarlas a cabo. Pero esto no se logra sin debate ni consenso. En la medida que uno consiga que los actores visualicen este escenario, y vean que esto los beneficie y firmen un acuerdo, un pacto social por la salud, esto puede lograrse.
Hasta ahora, todo lo que viene diciendo parece depender más de la voluntad política que de un requerimiento financiero.
Es así, sin embargo, estoy convencido de que los argentinos debemos invertir -incluso endeudarnos si es que ya no contamos con esos recursos- para que todos los servicios públicos de salud sean de primer nivel. Hoy todo está emparchado, son muy pocos lo que edilicia y estructuralmente están bien. ¿Los argentinos podemos pagar esto? ¿Podemos pagar autopistas espectaculares pero no hospitales? ¿No podemos tirar abajo lo que no sirve y construir mil hospitales de primer nivel? ¿Cuánto puede costarnos esto? Los argentinos nos endeudamos para muchas cosas de dudoso sentido ¿no vale la pena endeudarse para contar con un buen sistema de salud? Esto, desde el punto de vista sanitario, genera unas ventajas increíbles, además de generar trabajo e inversiones. Creo que hay que trabajar a favor del consenso para que los servicios públicos de salud, depurados, con un criterio racional en función de un mapa, sean de primer nivel, es decir, que tengan el personal adecuado.
¿Cómo encaja la parte de la formación académica en todo esto, es decir, la visión de los profesionales que van a actuar dentro del sistema de salud?
Eso es clave. Creo que si logramos transmitir a los actores involucrados la “imagen” del sistema de salud que queremos de acá a diez años, uno puede ir a las universidades y proponer que se formen a los profesionales para ese sistema. Pero mientras no tengamos definido qué juego se va a jugar, cada uno hace lo que quiere. Por eso lo primero es tener un plan que establezca cómo queremos que funcione el sistema de salud, y estar todos de acuerdo en eso. Esto forma parte del pacto social por la salud.
FUENTE:BaireSalud
Con la excusa de la publicación de su último libro “¿Qué aprendimos de las reformas de salud? (Fundación Sanatorio Güemes, 2010), conversamos con el Dr. Federico Tobar. El autor es Doctor en Ciencias Políticas; Master en Economía; Especialista en Economía de salud y Licenciado en Sociología. Actúa como Consultor Internacional en Políticas de Salud del Banco Mundial, el BID, la OPS, etc. Entre otras cosas, Tobar fue responsable del desarrollo del Programa Remediar del MSN.Usted sostiene que para curar el sistema de salud es necesario construir protecciones en salud como líneas de cuidado. ¿Qué significa esto?
En diálogo con BaireSalud, Tobar analiza y explica los principales ejes temáticos de su propuesta para impulsar una reforma del sistema de salud basada en evidencias.
Significa que ante una misma patología en el mismo estado de avance, todos los argentinos, no importa dónde vivan ni qué cobertura posean, tienen que tener la misma respuesta en calidad y oportunidad. Por ejemplo, hoy en el país el porcentaje de partos institucionales llega al 98 por ciento. No tenemos los problemas que puedan tener Bolivia o Paraguay donde no llegan al 90 por ciento. Sin embargo, tenemos la tasa de mortalidad materna estancada, no podemos reducirla, y llega a ser más alta que en seis o siete países de América Latina. Quien tiene cobertura de las obras sociales o medicina prepaga tiene cubierto el Programa Materno Infantil, lo que significa que las prestaciones médicas y los medicamentos de la gestación y del puerperio no tienen copago. Quien tiene solamente acceso al sector público, tiene el Plan Nacer, un subsidio que da el gobierno nacional a las provincias para cubrir a las embarazadas y los recién nacidos, y tienen acceso al los medicamentos gratis en los centros de salud, a través del Programa Remediar. Sin embargo, ninguna de estas respuestas controla que se hagan los controles gestacionales ni que tomen los medicamentos preventivos, que son imprescindibles.
¿Qué plantea para revertir esto?
Básicamente, tomar algunas enfermedades, y algunas situaciones como el embarazo, y armar un protocolo qué establezca cómo se deben tratar estas enfermedades y que haya alguien que sea responsable de que esto se lleva a cabo en todos los sectores. Así, cada argentino, independientemente de dónde se encuentre, tiene que tener la misma respuesta ante la misma situación de enfermedad. Entonces, en lugar de pensar la reforma a través de la financiación o la organización, como se hizo en otras décadas, yo la estoy pensando por la atención.
¿Cuál es el objetivo de una reforma de este tipo?
El primer objetivo es la calidad homogénea y reducir las inequidades. Una vez que esto se logra, se llama garantías explícitas, porque el Estado garantiza explícitamente que frente a determinada enfermedad la respuesta es homogénea en calidad y oportuna. No es lo mismo decir que alguien está cubierto a que se verifique realmente que se hagan los controles que den la atención que corresponde. Una de las formas es pasiva y la otra, activa.
¿Por qué no se implementó aún esto que usted plantea?
Porque tiene un obstáculo, importantísimo, que es político. Es fácil para el Estado pedírselo a las obras sociales y las prepagas, pero sería como tirar la piedra y esconder la mano, porque no se lo garantiza desde los servicios públicos. Creo que lo que corresponde es que esto se discuta en el ámbito del COFESA. De hecho, yo lo propuse en el Consejo, hace cinco años, pero los ministros me respondieron que no querían que la gente se sintiera con derecho a exigirles nada, que ellos daban lo que podían y como podían. Además, debe haber voluntad política y apoyo técnico y financiero por parte del Estado nacional a las provincias.
¿Qué responsabilidad le cabe al Ministerio de Salud en todo esto?
Argentina estuvo alguna vez a la vanguardia de la salud pública, pero la verdad es que ya hemos perdido mucho tiempo. Cada cual atiende su juego, y mientras el barco se hunde. Tiene que haber un cambio de mentalidad y de dirección, de conducción. Hay que consolidar un Ministerio de Salud fuerte, que hoy no lo tenemos, pero no por culpa del actual ministro, ni de los anteriores, sino que el sistema de salud está totalmente diseccionado: el ministro de salud no maneja el PAMI, ni la Superintendencia, ni la APE, ni los hospitales. Es decir, no hay una autoridad sanitaria fuerte.
Otro de los puntos que usted propone para la reforma es el de construir redes de atención ¿Qué significa esto?
En la actualidad nosotros contamos, tanto en las obras sociales como en el sector público, prepagas con aparatos prestadores, pero que no funcionan en red. Hay que verlo como una orquesta, donde hay una partitura, un director y diferentes instrumentos. Si todos tocaran un solo instrumento, la capacidad de crear sería muy limitada. En salud pasa igual: si todos hacen lo mismo, no hay más salud, sino un amontonamiento de servicios que entorpecen y encarecen las prestaciones. Quiero decir que no puede haber hospitales que hagan atención primaria, o centros de atención primaria que atiendan emergencias, o un hospital frente a otro. Cada uno debe actuar de determinada manera ante determinada enfermedad. Esto es sanitarismo básico, algo que se dejó hacer hace 40 años en Argentina.
Cada uno de estos elementos del sistema de salud no funciona como un nodo en la red que usted plantea ¿es así?
Claro, los hospitales hacen lo que quieren y los centros de salud lo que pueden. No existen como nodos, sino que son todos contra todos. Se necesita un modelo de referencia y contrarreferencia que le indique al paciente qué es lo que debe hacer y dónde debe atenderse, qué establezca dónde empieza y dónde termina la atención, y donde lo más importante es la puerta de entrada al sistema: un modelo con responsabilidad nominada. Tiene que haber un servicio de salud, del primer nivel de atención, que tenga la población a cargo. Esto significa no solo un padrón, sino implica conocer la historia clínica del paciente, acompañarlo, estar al tanto de los controles y controlar que se cumplan, que tome la medicación correspondiente.
Entonces ¿qué es lo principal en este punto?
A nivel de la información, es muy fácil implementar esto que planteo. Falta la voluntad política de decir que al sistema de salud se entra por un solo lugar. Yo sostengo que hemos hecho un fetiche de la libre elección, en todos los ámbitos, pero lo que más me interesa es la libre elección a la hora de elegir el prestador. No es mejor que yo pueda tomar 20 decisiones. Es mejor que yo tenga a alguien que sea responsable por mi salud, y alguien que controle que este responsable haga lo correcto. Por supuesto, si no me funciona se cambia. Garantizar la salud no es que yo pueda contar con múltiples consultas médicas. Esto no es un mercado, es simplemente hacer lo que la ciencia médica establece que se haga para cada caso. Pero para esto es necesaria la responsabilidad nominada, es decir, los servicios deben ser evaluados para saber si se cumple con los controles adecuados.
Esto está en estrecha vinculación con otro punto que usted plantea en su libro y que es la realización de un mapa sanitario del país. ¿Podría desarrollar este punto?
Esto significa que debemos mapear a la población, mapear la distribución de las enfermedades y la oferta de servicios médicos. Es decir, se trata de vincular oferta, demanda y necesidad para saber dónde están las carencias: dónde faltan médicos y dónde sobran, dónde faltan hospitales y dónde sobran, dónde faltan resonadores magnéticos, etc, es decir, sincerar las desigualdades. Una vez hecho esto, con un criterio poblacional y epidemiológico, se establecen las prioridades para la inversión pública. Un ejemplo terrible de esto es lo que sucede en la ciudad de Buenos Aires, donde hay 83 camas hospitalarias públicas por cada centro de atención primaria, todo lo contrario a lo que es la ecología de la atención médica: hay más camas de internación que centros de atención primaria.
Ahora, esta redistribución racional de las prestaciones que usted propone ¿no choca con los intereses económicos del mercado?
Es cuestión de regulación. Una vez establecido el mapa de las necesidades habrá que regular las inversiones públicas y privadas, establecer prioridades. No podemos fomentar más camas de hospitales en la ciudad de Buenos Aires ni instalar tecnología donde no hace falta. Hay que establecer la oferta en función de la necesidad, sino la oferta genera su propia demanda y eso no genera más salud. El aparato médico está funcionando porque tiene que generar facturación. Hoy el sistema de salud está constituido como un mecanismo de mercado para competir, y hay que frenarlo, porque si no siempre vamos a necesitar más y más plata para no tener una mejor calidad en la atención. Son irracionalidades que hay que depurar y enfrentar con voluntad política.
¿Y cuál sería uno de los principales obstáculos políticos?
Un ejemplo. Hoy nos encontramos con que todos los intendentes, más o menos prósperos, quieren tener su hospital, y esto es irracional porque hay lugares donde no debe haber un hospital. Y para lograr esto tengo que volver a una de mis primeras premisas, donde digo que se necesita una autoridad sanitaria fuerte. Hoy los intendentes no reconocen la autoridad del ministro. Si quieren hacer un hospital, así sea innecesario, lo hacen.
Usted también plantea armar un seguro federal de enfermedades catastróficas. ¿Cómo se integra esto a su propuesta?
Hay que verlo desde el mismo enfoque de las líneas de cuidado que planteaba al principio. Hacer lo mismo con las enfermedades más caras pero de mayor incidencia. Se considera catastrófica a aquellas enfermedades que generan un ingreso superior al 30% de los ingresos del hogar. En la mayoría de los casos, estas enfermedades llevan a la ruina económica a quiénes las padecen. En la Argentina, el 6% de los hogares padecen enfermedades catastróficas. Por supuesto, hay muchos más que las padecen, pero tienen un buen nivel de ingresos que hace que sus economías domésticas no se desequilibren.
¿Cuál es concretamente su propuesta?
Sacarlas del PMO –Plan Médico Obligatorio-, que las obras sociales y prepagas no tengan que cubrirlas. Para eso el seguro único, para todos los argentinos, que en función del protocolo de atención, y acreditando quién es el prestador que puede brindar esa atención, garantice que todos los argentinos que tengan la desgracia de sufrir la misma patología, tenga exactamente la misma respuesta con la misma fuente de financiamiento.
¿Por qué hace usted una discriminación entre las enfermedades?
Para las otras enfermedades propongo un sistema con un determinado protocolo. Para estas, propongo que solo alguien defina quién presta la atención y a quién se contrata, porque hay que juntar el pool de riesgo. Es decir, una obra social chica, bien administrada y organizada, con cuatro casos de leucemia se funde. Ahora, las leucemias, divididas entre todos los argentinos, tienen un costo tratamiento mensual de 10 centavos. Esta es la teoría del seguro. Cuanto más poco probable y más caro sea el incidente, más sentido tiene un seguro general. En este caso, el pool de riesgo tiene sentido.
¿Y en cuanto a la provisión de medicamentos?
Este es otro de los temas importante, por la economía de escala, sobre todo por los medicamentos biotecnológicos, que son muy caros, y por la acreditación del prestador. No sirve que haya cinco centros de oncología en el mismo barrio; en todo caso, debe haber uno, controlado, que responda eficientemente. Esto es para acabar con la peregrinación del paciente. Tiene que haber un centro de orientación al paciente y al profesional, para que lo ayude a llegar al diagnóstico correcto y que le asegure un tratamiento adecuado, donde este seguro diga dónde se debe realizar el tratamiento, y con cobertura integral y gratuita para el paciente. De esta manera, les sacamos el PMO a las obras sociales y las prepagas y le aliviamos las cargas más pesadas. En todo caso, les puedo pedir que aporten una cápita.
¿Esta experiencia se hizo en algún lado?
En Uruguay –que no es Suecia- se hizo, y se llama Fondo Nacional de Recursos. Ellos piden una cápita de 2 dólares, pero les sacan oncología, ACV, infartos y todas las patologías raras como transplantes, diálisis, etc. Y nadie le preguntó a nadie, simplemente lo hicieron.
¿Acá cómo resultaría implementar esta experiencia?
En Argentina, el problema es que hay mucha gente que se enriquece con esto, algunos legalmente, y otros, como la mafia de los medicamentos, ilegalmente. Todas estas definiciones tienen sus aristas políticas y requieren de una fuerza de voluntad muy grande para llevarlas a cabo. Pero esto no se logra sin debate ni consenso. En la medida que uno consiga que los actores visualicen este escenario, y vean que esto los beneficie y firmen un acuerdo, un pacto social por la salud, esto puede lograrse.
Hasta ahora, todo lo que viene diciendo parece depender más de la voluntad política que de un requerimiento financiero.
Es así, sin embargo, estoy convencido de que los argentinos debemos invertir -incluso endeudarnos si es que ya no contamos con esos recursos- para que todos los servicios públicos de salud sean de primer nivel. Hoy todo está emparchado, son muy pocos lo que edilicia y estructuralmente están bien. ¿Los argentinos podemos pagar esto? ¿Podemos pagar autopistas espectaculares pero no hospitales? ¿No podemos tirar abajo lo que no sirve y construir mil hospitales de primer nivel? ¿Cuánto puede costarnos esto? Los argentinos nos endeudamos para muchas cosas de dudoso sentido ¿no vale la pena endeudarse para contar con un buen sistema de salud? Esto, desde el punto de vista sanitario, genera unas ventajas increíbles, además de generar trabajo e inversiones. Creo que hay que trabajar a favor del consenso para que los servicios públicos de salud, depurados, con un criterio racional en función de un mapa, sean de primer nivel, es decir, que tengan el personal adecuado.
¿Cómo encaja la parte de la formación académica en todo esto, es decir, la visión de los profesionales que van a actuar dentro del sistema de salud?
Eso es clave. Creo que si logramos transmitir a los actores involucrados la “imagen” del sistema de salud que queremos de acá a diez años, uno puede ir a las universidades y proponer que se formen a los profesionales para ese sistema. Pero mientras no tengamos definido qué juego se va a jugar, cada uno hace lo que quiere. Por eso lo primero es tener un plan que establezca cómo queremos que funcione el sistema de salud, y estar todos de acuerdo en eso. Esto forma parte del pacto social por la salud.
FUENTE:BaireSalud
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